Hay una reflexión que se repite siempre que algún medio de comunicación saca el tema de la piratería en el negocio dscográfico: "si las discográficas no estafaran a los consumidores con esos precios tan caros, la piratería dejaría de existir".
Como en todo, no hay una verdad absoluta al respecto. Voy a empezar con mi "granito de sal" contra la industria discográfica.
El negocio discográfico, tal y como hoy lo conocemos, apenas tiene 60 años. Es, por tanto, un negocio relativamente nuevo que cubre la necesidad de la gente de escuchar música. Fue en los años 50, con la popularización de los tocadiscos o "pick-ups" que las grabaciones de música pasaron a ser un artículo de consumo. Esa nueva manera de "comercializar" la música tuvo su repercusión sobre la industria musical entonces existente: la música en directo. Podría argumentarse que la reproducción de discos en fiestas y locales públicos quitó trabajo a los músicos profesionales, quienes en muchos casos no eran ni mucho menos autores de los temas interpretados sino meramente intérpretes, en el mejor sentido de la palabra. Pero también la idea de composición o mejor dicho "obra discográfica" surgió de la nada con una fuerza demoledora. Ahora ya no interesaba escuchar los mismos temas una y otra vez en verbenas populares tocados por bandas ambulantes sino la grabación formulada por músicos, técnicos de sonido y productores accesible para todos de forma casi universal. El formato que permitió el nacimiento de esta nueva industria fue nuestro añorado "disco de vinilo". El disco, tanto en su formato de single (una sola canción y como mucho un extra en la cara B) como en su formato de Long-Play (con una media de 45 minutos), tenía además el encanto de la posesión y el coleccionismo. Objeto de deseo y símbolo de status, la posesión de una generosa "discoteca" demostraba una trabajada cultura musical y, porqué no decirlo, una cierta solvencia económica.
La piratería también existía. El público siempre necesitó de un formato portable en el que poder transportar sus canciones favoritas. El compact-cassette, desarrollado por Phillips, permitía grabar en una cinta el contenido del vinilo aunque eso siempre supuso una merma considerable en la calidad de sonido y un cierto aspecto provisional y cutre, por mucho que algunos se empeñasen en currarse unas carátulas cojonudas. Recuerdo aquel lema de "home taping is killing music". Ahora nos parece algo exagerado pero en su dia, esos cassettes también tuvieron que pagar su canon y hasta las grabaciones caseras tenían su puntito de polémica.
Vamos que lo de la piratería no es nada nuevo. ¿porqué entonces ahora se está hablando de una crisis de la industria discográfica, de una necesaria bajada de precios, etc...? La realidad es que el modelo de negocio que permitió la venta de música "embotellada" está empezando a dejar de tener sentido por culpa de esta maravilla que conocemos como Internet. Quiero puntualizar que ante todo sigo siendo un defensor de la compra del CD original, aunque sólamente sea por un instinto de posesión sobre aquello con lo que tanto disfruto más que por razones altruistas. Es por ello que aprecio enormemente el digipack, el cd-libro, el dvd con extras y póster gigante, etc...
Pero la gente no ha dejado de ir al cine por culpa de la tele y el dvd, sino que más bien estos dos últimos medios suponen actualmente la mayor fuente de ingresos de la industria cinematográfica.
Los músicos no dejaron de tocar en directo cuando el vinilo pasó a ser su mayor fuente de ingresos sino más bien todo lo contrario. ¿Cuántos no hemos ido por primera vez a disfrutar de un directo de un grupo del que sin embargo tenemos todos sus discos?
Sin duda ahora nos encontramos ante un nuevo cambio de paradigma. La industria musical (ya ni creo que valga la pena llamarla "discográfica") debe afrontarlo de forma inteligente y sacar tajada del tema. ¿melodías para tonos de móviles? ¡por supuesto! ¿descarga en tu móvil el tema nosequé? ¡sin dudarlo! ¿bajate de i-tunes o beatport el tema ese que pinchó anoche el DJ? ¡claaaaro que si, mayfrén! Analicemos cómo escucha la gente la música y de dónde consigue la "materia prima". Ahora se está imponiendo el disfrute de la música en reproductores digitales compactos... posiblemente esta función quede integrada como una función más de los teléfonos móviles, en cuanto éstos tecnológicamente estén preparados (cosa de pocos meses, por lo que parece). Hay que apuntar en esa dirección.
Pero la reproducción digital tiene un problema: las copias tienen la misma calidad de sonido que el original, por lo que una grabación que es copia de copia de copia de copia de copia, sigue sonando igual de bien que el original. Algo impensable en los años 70.
Quizás el negocio ya no sea la venta individual de cada uno de los temas, sino la suscripción a fuentes de contenidos de manera similar a lo que suponen las plataformas de televisión digital... una radio de pago, vamos. En estos momentos, yo estaría dispuesto a pagar entre 30 y 60 euros mensuales por un servicio de suscripción a contenidos musicales que fuera de mi interés. Vamos, algo así como una radio a la carta pero con máxima calidad de sonido y con posibilidad de grabar los programas... pero eso sí, contenidos de primera categoría y exactamente la música que a mi me gusta. Asistidos por algoritmos de inteligencia artificial similares a los que mencioné en el artículo anterior creo que esta propuesta empieza a ser técnicamente factible. Realmente me da pereza pagar 1 euro por cada canción que me bajo, pero la cifra de 30-60 euros supera ampliamente lo que actualmente me estoy gastando en música.
Eso sí, señores. El catálogo debe ser amplio, amplio, amplio. Debe incluir todos y cada uno de los autores que me interesan: clásicos, estrellas, noveles... sobre todo una selección de maquetas (¿es todavía un secreto que las maquetas suenan a veces igual o mejor que la música "publicada"?). Además la tecnología actual permite que este sistema de distribución y venta de la música sea un híbrido entre un inmenso buffet libre y un exquisito restaurante a la carta. Es decir, lo que mola es tener acceso a esos contenidos y conocer los últimos temas de tus grupos/autores favoritos casi en tiempo real. Sin tener que esperar a largos y complicados procesos de fabricación, distribución, etc... que a veces llegan a paralizar durante meses el flujo de la comunicación entre el artista y su público. Por no hablar de la tajada económica que se pierde por el camino.
Nada impide hacer mil copias exactas de un registro musical por un coste cero usando las tecnologías disponibles en internet. Al mismo tiempo... ¿dónde demonios puedo conocer esa nueva música que sé que tanto me va a gustar?
Cuando desaparece la economia basada en la escasez aparece la economía basada en la singularidad.
1 Comments:
molt bon article.
m'interessa la teua música, a on puc escoltar algo??
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